La música de las esferas

La mano que captura el instante y lo suelta

Beatriz Vignoli

Todo momento es el último porque es único. 

Marguerite Yourcenar

“Tengo que remar con todas mis fuerzas hacia el presente”, dice la voz del pianista narrador en el cuento de Felisberto Hernández “El caballo perdido”. El músico rosarino Héctor De Benedictis evoca una vida paralela en otra ocupación (casi una década) y piensa en aquel cuento al recordar sus horas de inmovilidad sedentaria en butacas de trenes, aviones u ómnibus. Nada de su identidad lo acompañaba en aquellos largos viajes solitarios, salvo la memoria. Y un teléfono.

Un teléfono con la capacidad de registrar un segundo y medio hacia atrás y hacia adelante del instante del disparo. Tres segundos en total, el tiempo de una respiración. Esto lo sabe muy bien la gente que practica meditación. ¿La butaca como ashram? El nómade sedentario en que se convertía el músico durante aquellas horas silenciosas de contemplación obligada usó su teléfono para poder, a su vez, usar la butaca como el dolly de un travelling, recolectando fotogramas de una película que en vez de fluir al editarse irá ahondándose en una niebla luminosa, superponiendo transparencias, formando capas, estrato sobre estrato de una idea filosófica del tiempo como duración. Alejado de todos sus instrumentos excepto su teléfono, el músico que aquel fotógrafo seguía siendo en medio del silencio se las arregló para convertir el viaje en cine y la foto en pintura, acaso con la misma poética artística con que en su estudio de músico trabaja con melodías o armonías.

Estas fotos de Héctor De Benedictis pueden leerse como una música visual. La singular dialéctica entre su proceso de captura y de edición (lo que tiene de arte contemporáneo su procedimiento) introduce una temporalidad en la imagen: ofrece visiones temporalizadas del paisaje. Se trata de un registro del presente, con su fantasma de memoria inmediata. Alienado en su traje de ser otro, gracias a su mirada que contempla no dejará de ser él mismo, es decir: un músico, un recolector de instantes, un artista del tiempo y de lo abstracto. A la clásica definición de que la música es el arte de combinar los sonidos, es preciso agregar que sus soportes son el tiempo y el silencio. Dejando que la mente insista por suficiente tiempo en un silencio (aseguran los meditadores), es posible oír la música de las esferas, el susurro celestial del universo. En estas obras, la impronta del tiempo en la imagen es la luz. Al apilar fotogramas, el artista los ilumina, los aclara, los suaviza como si fueran pasteles o acuarelas: los convierte en puro espacio abstracto, en pura luz. Apuntes para una teoría del cielo. Del paisaje quedan apenas vestigios que sugieren, no representan.

En la película ‘Round Midnight, de Bertrand Tavernier, el músico Dexter Gordon (en el rol de Bud Powell) abre un libro de arte en la reproducción de una pintura impresionista y la rodea con un cuasi pase mágico dextrógiro de sus manos africanas de dedos espatulados. “Debussy”, susurra con voz ronca. La acción transcurre en París, un París que es puro vacío zen para los expatriados del racismo y el jazz. De Benedictis se puso un traje, no salía a tocar pero viajaba, se aburría, hacía cine en su cabeza. El paisaje se alejaba en todas direcciones y se le perdía para siempre, salvo por estos rastros. En la película, Bud Powell trata de explicar la angustia existencial del free jazz: “When you have to explore…”, ensaya el flaco Gordon agrandando las frases con sus gestos. Para De Benedictis, hay algo de cazador o recolector en capturar el instante: el disparo es todo.

(Rosario, 2020)

Impudicitia

Haikus

El cazador de instantes

(por Reynaldo Sietecase)

Detener el tiempo. Quién pudiera convocar esa magia. Para que lo vivo no muera. Para que la hoja no se degrade. Para que el amor no desaparezca. Atrapar el momento antes que expire. De eso se trata. Es la revelación que desvela al mamífero humano desde antes de antes. Y esa aventura sólo tiene resultado eficaz en un poema o en una foto. 

De Benedictis lo sabe y, osado, se juega la mirada en el intento. Se transforma en un cazador de instantes. Es un constructor de haikus silenciosos. Tal vez, en su memoria resuenan los versos del monje Bashō o las ironías borgeanas. Acaso carga con una desesperada obsesión: lograr fugacidad y belleza. Conmueven estas pequeñas arquitecturas apenas vislumbradas. Siluetas que son, fueron y serán sombras de sombras.

Se puede contar el árbol desde una hoja. La decrepitud insoportable y, a la vez, la esperanza secreta de la transformación con estas mínimas imágenes. En palabras de Beatriz Vallejos, el río es la humanísima vez que cae una lágrima. En las fotos de Pichi De Benedictis la vida es un rayo de luz que se extingue en la tarde.

Fetiche Italiano

“El fotógrafo saquea y preserva, denuncia y consagra a la vez”. 

Susan Sontag.

Todo por la pasta

(Por Alejandro Lamas)

En Italia hace las fotos que dan cuenta de que estuvo ahí y de que es verdad. La foto así lo dice.
La cámara está rebosante de píxeles multicolores. La ima- gen digital es leve y no pesa.

Que bien, se dice; vuelvo ligero de equipaje y ya tengo las postales.

Pero algo pasa en el aeropuerto. No compra las postales hechas por otro con eficacia y pericia técnica. Total ya tiene las suyas, las propias y personales, las vistas por él. Compra pasta con la forma de los monumentos que fotografió para al volver comerlas celebrando y recordando donde estuvo. Ya están todos los ingredientes dispuestos para la cena y la celebración sucede.

Las fotos entonces no quieren ser postales. Se corporizan, ya no en papel sólido de copias de laboratorio sino en pas- ta sabrosa, son mejores y procuran placer y evocación. Son engullidas con gozo y se consuma otro acto fotográfico: So- mos lo que vemos y lo que comemos.

En lo que vemos en la exposición, en lo que nos muestra el autor, hay algo de sacralización y de blasfemia.
Las imágenes originales, al decir de Zygmunt Bauman, eran

volátiles, virtuales y líquidas. Ahora son sólidas y corpóreas como ex-votos paganos munidas de un empaste dorado que las entroniza.
El artista usa lo líquido del lúcido filósofo polaco para hervir la pastasciutta a punto y comerla al dente.

Ya estamos todos. Echen los fideos!

Alejandro Lamas

Italianidad/Religiosidad

Roberto Echen

Palermo, Sicilia, 24 de julio de 2017.

No se confunda la tanada o la tonada.

Lo sonoro está en juego. La tonada arranca en un lugar que es ajeno pero llega a la llanura en la que crece para volver a reconocerse en ese allá que es acá.

La llanura que se hace montaña para encontrarse con una zona en que lo que crece (de allá para acá) es la pasta (además de algo que no deja de apelar a la masa pero como soporte) que me llama a acercarme a este melodrama (que no es) que me convoca.

¡Madonna! (que no es la que ustedes creen aunque...) (o en una de esas ¡Porca Madonna!) Madonna que heredamos de esa otra madre que no es la que nos han acostumbrado a creer como tal, pero que lo es tanto como la que nos ha llevado a la revuelta, aunque la que nos propone revuelta es la de no revolvernos salvo en ese constructo hecho con ese elemento que no nombro, que nuestras abuelas (seguro la del autor de la obra como la del autor de este texto) han revuelto en ollas enormes para que todos los que nos sentábamos a su mesa hayamos paladeado (o no, o embocado desesperadamente).

Pero Maradona.

Estar dando vueltas por esos lugares: para encontrar que encontrarse con ellos (desde los que seguramente hemos llegado a ser) es nombrar el lugar de donde provengo porque eso nos lleva con 0 demora a D10S,  a Maradona, a esa otra Maddona en la que se puede creer haga lo que haga o deje de hacer lo que deje de hacer.

Pero el autor (de la obra no del texto).

El autor cree que no cree (o no cree que cree) en la trama que se teje en esta fe en la que él (sobre todo él) se encuentra.

El autor (de la obra no del texto) tratando de saldar una deuda con el arte. Con un arte al que (porque) cree que no pertenece.

No, autor, el arte no pertenece, tampoco se pertenece al arte.

Por el arte se pasa o, mejor, el arte pasa –cuando pasa– por nosotros.

Fotos, objetos: ex-votos.

A un modo de creer que hace que produzca. Que produzca desde lugares que no son cada vez los que fueron antes, son cada vez los que esta fe hace que sean aunque él (el autor de la obra) dude porque supone que para ser hay que tener un trayecto que algún asegurado regente reguló.

¿En qué lugar se es eso que ahuyenta la duda sobre el ser?

O el no ser.

En qué lugar podemos suponer que no nos llama la pregunta de Shakespeare.

Por qué tenemos que creer que somos acá en esto, no en lo otro.

Entonces.

El autor (de la obra, no del texto) encuentra la zona que le concede, le acepta el deseo de hacer: entonces, el autor (de la obra, no del texto) hace en una zona en la que duda, en la que no está seguro, pero que el encuentro con la fe, con lo heredado, con la madre, el abuelo, el parentesco (aunque puede ser que el autor lo haya soñado), le da la fuerza que reclama para entrar en un terreno en que no cree poder estar (o por lo menos estar del todo) como con la tonada.

Entonces.

Otra vez.

Es tonada, no hay por qué negarlo:

es tonada, tanada.

Que resuena en el objeto, en la foto, en el manejo de lo que se representa o en el hacer converger de los otros modos de representar en una mudez que suena, que resuena.

Y sí, digámoslo: Pichi De Benedictis inflamado de religiosidad desde la incursión en la italianidad del fideo.

Samara, Sonali y los otros

De Benedictis o viajero frente a un mar de nubes

Por Lila Siegrist.

1.

Veduta, en la que se describe el paisaje, pero con ciertas omisiones. No se vislumbra horizonte con perspectiva atmosférica y tampoco arquitectura; pero están, se los intuye, fuera de cuadro. Entonces sí hay paisajes, son casi veinte, en los que el horizonte no es el filo de los barridos richterianos que De Benedictis acentuó en 2011. La fotografía brota gracias a su disparo y a su objeto de aprensión. Flota el ojo y flota la imagen construyendo un resultado redondo y preclaro. Se evidencia, en el autor, un nuevo modo en una red elástica capaz de sostener un cuerpo ligero, con una hidrografía que no define si es sólo mar o es mar-río, o es nube, o es calina romántica. También llega el silencio yermo de la figura humana nimia. Se persiste ante una veduta, ante una veintena de estas; admitidas en recuerdo –como su serie de Postales (2012)– de viajero obligado y ajeno al paisaje. La luz es la de un recuerdo; la luz, día del día, crea templanza encantadora, que desde el momento de la foto parece planeada para ser reminiscencia de iris nostálgico. El contemplante, el francotirador, está suspendido en el agua, en el margen preciso de la rompiente, aunque asoma sobre terreno sólido y reconocible. Está solo ante lecciones de abismo, ofreciéndole reposo a su mirada, pero con canícula inquieta propia del sub-trópico.

2.

Entraste en este día de verano

con tu oro casi fúnebre

infinito y frágil,

que por el campo tiembla como apagándose,

con tus sombras pálidas

y transparentes

que agita un hondo viento pesado de recuerdos,

queriendo ahogar el día

con un rumor obscuro de crecida.

3. Una vez puesto el poema Otoño, esplendor grave... de Juan L. Ortiz me atrevo a decir que, en esta obra, puede suceder una Pororoca de barro. Meniscos convexos de agua y limo adornan los cuerpos de los bañistas. Elvio Gandolfo, en uno de sus cuentos más lindos, narra una Rosario futura en la que el río Paraná es un río-mar y sus habitantes más jóvenes son unos virtuosos y magros surfistas que trepan olas con tanta naturalidad como sus antepasados cebaban mates, cruzaban el río a nado o pescaban en sus orillas (todo esto último lo invento). Me quedo pensando en que no es un mal futuro para nuestra ciudad, en que no es un mal presagio para nuestra progenie, fundamentalmente porque para que esta ciudad sea perfecta sólo le faltan olas en marejadas, una tribu de surfistas vigorosos y nativos, y una Pororoca por año.

4. De Benedictis se define en un ápice pintoresco, en sus periplos fulminantes, disparando vistas naturalistas. Pero no se manifiesta apegado a lo que existe, sino que recomienda lo que podría ser: un mar de celofán, como en Amarcord, aquí recobra el día, aún con brillo y brumal en simultáneo; unos cuerpos, otros, que adornan la escena, agudizan el viaje de sigilo y encierro del autor.  Así su mirada reposa y, aún en esa quietud, activa riesgos. Se detiene, mira nubes, mira olas abisales, mira todo con la curiosidad flemática del recolector, del paseante. Escudriño, cuando escucho el relato del artista, que el estado más lúcido del hombre es no tener nada y sentirse extranjero siempre. Estas escenas, que De Benedictis ofrece, parecen haber sido creadas para hacernos creer haber estado allí sin haber estado nunca.

Chinitud

1-

Ev'ry time I see your face,

It reminds me of the places we used to go.

But all I got is a photograph

And I realise you're not coming back anymore.

(Cada vez que veo tu cara

me recuerda los lugares que solíamos ir

pero solo tengo una foto

y entiendo que no volverás)

Photograph. Ringo Starr, 1973.

2-

A1: hola, te mandé las fotos de las cosas que traje de la China, te llegaron?

A2: … sí! Las vi. Yo tmb tengo fotos chinas… jaja... ahí fueron.

A1: pero esas son “chinadas”!!!!

A2: … “chinitud”… se dice “chinitud”.

3-

Dice Mao: “…Que se abran cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento es la orientación para promover el desarrollo del arte y de la ciencia, para hacer florecer la cultura socialista de nuestro país. Pueden desarrollarse libremente distintas formas en el arte, y competir libremente diferentes escuelas en la ciencia. Consideramos que es perjudicial al desarrollo del arte y de la ciencia recurrir a medidas administrativas para imponer un particular estilo de arte o escuela de pensamiento y prohibir otro. El problema de lo correcto y lo erróneo en el arte y en la ciencia debe resolverse mediante discusiones libres en los círculos artístico y científicos, a través de la práctica del arte y de la ciencia, y no de manera simplista …”

"Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo".1957

4-

more than this - there is nothing

more than this - tell me one thing

more than this - there is nothing

(mas que ésto, no hay nada

mas que ésto, dime una cosa

mas que ésto no hay nada)

More than this. Bryan Ferry + Roxy Music. 1982. “Lost in translation”, 2003.

5-

Ok

ya sé

que estás durmiendo

Ahí

donde el mundo termina

Acá

los barcos se cruzan frente a mí.

Van por el Wan Pu

navegando sobre una ajena música de otro mundo, de otra galaxia.

Nadie se pregunta sobre la distancia.

Las adolescentes de Shangai miran la nada

pálidas y desorientadas

somnolientas bajo una absurda lluvia artificial

Es de día acá

Allá

yo sé que estás durmiendo

ahí

donde el mundo termina.

Las vacaciones de Clara

Esta serie fue realizada casi como un juego sobre fotografías analógicas que capturó la hija del artista, Clara, con una de sus cámaras Lomo. Son, entonces, un trabajo a dos voces. "En ese momento yo investigaba con curiosidad las virtudes del Photoshop 

Sobre la fugacidad

De Benedictis trabaja con el placer de la contemplación y deja su gesto en la imagen como lo haría un pintor.

Por María Santacecilia

Coincide en esta búsqueda con Alfred Stieglitz quien fue unos de los pioneros en reafirmar la posición de la fotografía, investigando la composición y las texturas como se hace en todas las disciplinas del arte.

El artista pareciera manejar hábilmente lo que se llama “el punto ciego”, técnica cinematográfica referida a hacer la toma de una imagen, sugiriendo que el resto que queda afuera del encuadre, el resto del mundo, no pertenece a la inefable calma a la que hace alusión, la que vemos en la obra; es mas, nos señala el caos restante con delicada amabilidad.

Su punto de vista es enigmático y consciente de tener al espectador en una espera interminable frente a esas imágenes que inquietan por lo que nos obligan a descubrir, aunque, por si mismas, respetan nuestro tiempo.

El artista mismo es un espectador, que se obsesiona y nos busca una ubicación  aparentemente privilegiada; nuestro ojo debe recorrer, leer, buscar.

Vale destacar sin duda la sutileza de la luz en los paisajes encontrados reunidos en esta serie.

Antropología de lo inútil

Abstractas madrileñas

Serie inédita realizada en Madrid.